viernes, noviembre 03, 2006

La Patria: el gran deseo de la perrita Negri y su amo

Eran las llanuras y montañas de Yauco, cielos azules, el verdor de los montes y olor a café; donde Negri, una perrita sata, gordita, pelo negro, cola corta, anchas orejas, corría y saltaba por todo este paisaje sin temor a nada, no más allá que la disciplina impuesta por su amo, Juan. En los días de lluvia corría y corría por todo su vecindario. Negri comía de todo, pero lo más que le gustaba era el arroz con habichuela. Nada enlatado. A pesar de su pequeño cuerpo, imponía disciplina en los alrededores de su casa con su fuertes ladridos, no se asercaban perros ni gatos por allí. Ese era su ambiente y su territorio. Su amo Juan, un joven con muchas ansias de progresar en la vida, soñaba con estudiar una carrera profesional que no se ofrecía en su país.
Al cabo de un tiempo, llegó el momento del traslado de su amo fuera de Puerto Rico; pero era tanto el cariño por su mascota, que sus familiares le permitieron llevarla con él. Se trasladan a Estados Unidos, específicamente a un barrio newyorquino, donde su amo realizaría sus sueños. Con el apoyo de un familiar en la Gran Manzana, su amo se pone a estudiar. Aqui comienza la odisea de Negri. Negri no se acostumbraba a estos cambios. Se llenó de tristeza, aunque estaba con su amo. Sentía nostalgía por su tierra, hasta el olor del ambiente era diferente. Es época de invierno, el clima es insoportable, hay mucha nieve por donde quiera, fuertes vientos; definitivamente no se puede salir de la casa. Las veces que salía era por poco tiempo a la “yarda” ya que su amo pasaba mucho tiempo en la Universidad. Negri no se adapta al clima. Pasaron los meses y por fin llegó un poco de desahogo. Llegó el verano; y aunque su amo trabajaba fuerte con sus estudios salían a un lugar que le dicen “Central Park”. Allí se sentía un poco mejor, porque siempre había un grado de incomodidad para su libertad, el bosal en el hosico. No podía ladrar; no podía expresarse a su gusto. Pero, al menos respiraba y se aislaban del ruido y la contaminación. Tampoco podía hacer las necesidades en cualquier lado. Esto era el colmo, tenía que ir aun parque o a un rincón de la casa. No podía estar suerta por la calle ni por el patio. Era dificil ajustarse a ese tipo de vida, comparado con su Yauco querido. Extrañaba las llanuras y montañas de su pueblo, el arroz con habichuelas, ladrar a sus anchas, correr detrás de los carros cuando pasaban por el frente de su casa, correr los gatos, ah… que vida…esa si era vida. Negri añoraba su tierra y soñaba como si fuera un ser humano en regresar a su patria y sentirse libre.
En cambio allí, era comida seca o enlatada. Negri también extrañaba a su amo Juan por que estaba estudiando. Solamente lo veía cuando le daba la comida por la mañana y por la noche. Solamente paseaban los sábados y domingos. La perra Negri no tenía amigos porque siempre estaba dentro de la casa y no entendía a los demás perros, ademá era casual que un perro pasara por la casa. Juan y Negri extrañaban su querida patria.
Pasaron cinco años y Juan termina de estudiar. Tal vez por la nostalgia y la falta de libertad, Negri se enferma. Pero por fin llegó el gran momento: el regreso a Puerto Rico. Que bien se sentían ambos en el avión al pisar suelo puertorriqueño, pero más feliz se sintieron al recorrer la ruta desde San Juan, pasar por Ponce, Peñuelas, Guayanilla, La Guardarraya y por fin su Yauco querido. Al llegar a la casa Negri corrió a sus montes y llanuaras, como quien dice: “ya llegué a mi patria, a mi casa y a mi libertad”.
Negri se recupera inmediatamente de su enfermedad, porque ya podía correr y correr por los llanos y montañas de Yauco.

1 Comments:

Blogger Fredeswinda Velez Ramirez said...

Muy hermosa historia deberias publicar o competir en algún certamen.

6:15 a. m.  

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